Un niño es fruto de aprendizajes y experiencias sociales, en especial las inculcadas, copiadas, fidelizadas, observadas y representadas por sus padres, tutores y maestros.
Un niño es alguien puro, un libro en blanco sobre el que sin darnos cuenta vamos escribiendo en las primeras etapas de su vida el guion de sus próximos capítulos. Colocar la responsabilidad de desarrollo sobre las cualidades y habilidades del niño no hace más que desviar la atención sobre la responsabilidad de los mayores en nuestro propio aprendizaje como educadores. Es justificar y renunciar al esfuerzo que supone mejorar y cambiar nosotros mismos: nuestra conducta, nuestro pensamiento, nuestra organización, nuestra prioridad, nuestra visión del mundo y, también, evitar el tiempo y el coste que todo esto supone. El hecho de ser educadores exige un aprendizaje, un esfuerzo, un cambio respecto a los patrones aprendidos en nuestra infancia y en nuestro marco de referencia de lo que se supone que es educar. Quizá, si no nos cuestionamos, si no cuestionamos la educación que hemos recibido, sin pretenderlo, estemos enseñando el mundo a nuestros pequeños a través de nuestros propios ojos sin prestar atención a la forma en la que ellos lo perciben.
¿Test de personalidad? ¿Coeficiente intelectual? ¿Depresión? ¿Apatía? ¿Trastorno de atención e hiperactividad? ¿En qué forma estamos etiquetando ya desde su más temprana edad a una persona? ¿Quiénes somos para exigirles una responsabilidad innata cuando ésta primero se enseña y después se aprende? ¿Quiénes somos para justificar y limitar su desarrollo?
Elogiar la inteligencia de los niños daña su motivación y su rendimiento. Carol Dweck
Hay un libro muy interesante de la psicóloga Carol Dweck, La Actitud del Éxito, que nos da un buen meneo en cuanto a lo que hemos creído o nos han enseñado sobre el cambio, el logro y el desarrollo. El potencial necesita tiempo y esfuerzo para desarrollarse. Todo el mundo, desde los niños a los más mayores, tienen la capacidad para desarrollarse y en particular la capacidad para construir las habilidades para una vida satisfactoria y con propósito. Si tu hijo se encuentra en un estado de ansiedad, desmotivación, frustración... no es porque tenga un límite sino porque le estamos imponiendo, sin darnos cuenta y con mucho "amor", nuestros propios estados, exigencias y límites. Y, posiblemente, aún no se ha encontrado la forma ni las personas que conectan e incentivan su capacidad innata, esta vez sí, de desarrollo. No es el logro en sí mismo lo que promueve el crecimiento sino el esfuerzo, la dedicación y el gusto por los retos. Como adultos responsables, quizá, deberíamos replantearnos la relación que mantenemos con el aprendizaje y nuestro propio desarrollo, y evaluar nuestras actitudes, que no aptitudes, respecto a ello.
¿Qué fue lo último que aprendí? ¿Asumo nuevos retos o los evito? ¿Veo el cambio como una oportunidad o cómo algo estresante? ¿Son las personas como son o tienen la capacidad de mejorar? ¿Equivocarse es igual a fracaso o una equivocación es un incentivo para buscar otra forma de hacer? ¿Siempre vamos a ser así o aún tenemos tiempo para mejorar? ¿Lo más importante son los resultados o el esfuerzo que conduce hasta ellos? ¿Cómo manejamos las críticas? ¿Premiamos y reconocemos el esfuerzo o es el resultado lo que llama nuestra atención? ¿Es más importante el reconocimiento social o el auto-concepto personal? ¿Nos alegramos sinceramente por el logro de los demás o nos frustra y produce malestar? ¿Nos comparamos en exceso ya sea para mejor o peor?
Para enseñar, primero hemos de estar
dispuestos a aprender.
Las personas con mentalidad de crecimiento no sólo buscan el reto, sino que además se sienten a gusto con él. Toman responsabilidad de lo que sucede a su alrededor, fomentan el aprendizaje y colaboran en el proceso de crecimiento de los demás. Educar es todo un reto y la manera de fomentar una mentalidad de desarrollo en nuestros hijos o alumnos es elogiando el esfuerzo y la pasión más que los resultados o el talento. La clave es ir escribiendo nuestras hojas aún en blanco sobre la educación de nuestros pequeños al tiempo que permitimos que ellos vayan escribiendo las suyas propias. Ambos somos maestros y alumnos por igual. Ellos son la oportunidad que estábamos esperando para ver el mundo a través de nuestros ojos inocentes, para volver a sentir una curiosidad renovada hacia el aprendizaje y recordar que hace no mucho tiempo aún imaginábamos y conocíamos distintas maneras de ser felices.
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© David G. Alemany
Life Coach, Sociólogo y Terapeuta
Ayudo a las personas a disfrutar de la vida.
Soy Coach, hipnoterapeuta, experto en técnicas de liberación emocional y PNL. He asesorado a cientos de personas a mejorar la calidad de sus vidas. Como orientador personal he desarrollado habilidades para ayudar a sobrepasar bloqueos y conflictos, favorecer una mejora interior respetuosa y enfocar sin ansiedad lo realmente importante para cada persona.
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